sábado, 7 de mayo de 2016

APUNTES II- (PARA EL EJERCICIO I )


APUNTES II- (PARA EL EJERCICIO I )

La segunda entrega de esta sección se centra en la descripción del proceso de lectura de crítica y en el ofrecimiento de recomendaciones para optimizar los beneficios que el lector obtiene con este método de abordaje de un texto.


Lectura crítica (Parte 2).


1.- Funciones de la lectura crítica.
El desarrollo científico, la multidisciplinariedad y el progreso de las tecnologías de la información y la comunicación característicos de nuestro tiempo obligan a que los ciudadanos dispongan de un conjunto de competencias y habilidades esenciales para su integración en el mercado laboral y su participación plena en una sociedad global, diversa y multicultural. Las competencias digitales, la adaptabilidad, el pensamiento crítico, la proactividad y la creatividad son algunas de las más significativas.
La lectura crítica emerge como un instrumento que permite alcanzar lo que la Unesco ha denominado alfabetización crítica[1] y un medio para el entrenamiento del pensamiento crítico-reflexivo[2] durante la revisión de monografías, artículos de investigación, manuales, ponencias, discursos, etc. que permite llegar al sentido profundo de los textos, la formulación de preguntas, la construcción de argumentos y respuestas propias, y la expresión libre y diversa.
Mediante la lectura crítica el lector va a lograr cuatro metas:
A.- Ubicar la información.
Involucra la localización de información concreta en un texto conforme a un criterio de búsqueda determinado.
Esta información puede venir dada en las expresiones del propio texto o estar presente en forma implícita como intención comunicativa del autor.
También abarca la identificación y catalogación de la información en función de su nivel de importancia, generalmente en un sistema de cuatro niveles como el mostrado en la figura 1.

Figura 1. Jerarquía de la información en el texto.
Y por último, se relaciona con la habilidad del lector para comunicar la información solicitada mediante expresiones propias equivalentes a las halladas en el texto.
B.- Identificar relaciones y conectar información.
Esta función implica reconocer los conectores o marcadores usados, identificar las relaciones entre los párrafos y secciones del texto, y caracterizarlas según su tipo e implicaciones:
causalidad, jerarquía, inclusión, orden, implicación, pertenencia, argumentación, complementariedad, afirmación, oposición, contraste, refutación, analogía, ejemplificación…
La interpretación de la lógica entre las secciones y proposiciones del texto permite reconocer:
     cómo se pueden interconectar con otras informaciones personales,
     cómo establecer la validez de sus afirmaciones, y
     si hay cohesión entre las partes del texto y sus funciones.
En esta tarea es muy importante reconocer correctamente el tipo de texto con el que se está trabajando y tener presentes las funciones y objetivos del mismo (argumentativo, expositivo...).

C.- Confeccionar la representación general del texto.
Esta función requiere que el lector haya aprehendido los mensajes que el autor comunica y haya entendido el texto en un sentido profundo. Es decir, el lector comprende el significado del texto y es capaz de descomponerlo y reconstruirlo a partir de sus interpretaciones de las informaciones explícitas e implícitas que contiene así como de las relaciones entre estos elementos.
Además, el lector identifica las funciones de sus elementos y comprende la manera en que la estructura y organización del texto contribuyen a la composición de ese sentido global.
En este apartado resultan muy útiles los organizadores gráficos que se describen en la siguiente sección de este material didáctico.
Estas tres primeras funciones (ubicar, relacionar-contextualizar y representar el sentido general del texto) se corresponden con el proceso de decodificación de los mensajes que el autor quiere comunicar. Este proceso (representado en la figura 2) da lugar a un producto (comprensión comunicativa) que será el fundamento sobre el que se construya la última función: reflexión y crítica argumentada.

Figura 2. Proceso de decodificación lectora.

D.- Analizar reflexivamente y valorar la relación entre el discurso y los contextos socioculturales.
Esta función, la más compleja y avanzada, supone que el lector es capaz de seguir las huellas de contexto y evaluarlas desde una posición objetiva.
Es decir, analiza las estrategias discursivas del texto y las relaciona con las perspectivas e ideologías del autor que subyacen en ellas. Y a continuación, valora la validez de los elementos y de la lógica expositiva para disponer de argumentos que soporten sus juicios sobre el sentido global de la narración.
El lector sabe diferenciar los hechos expuestos de las valoraciones subjetivas presentes en el texto y concretar la influencia del bagaje intelectual y cultural del autor sobre la configuración del discurso.
Esta fase también le permite reconocer e interrelacionar el uso de un tipo texto y de lenguaje (científico, técnico, divulgativo, crítico, ensayístico, narrativo) con sus objetivos comunicativos y el público interesado.  Y capacita al lector para crear vínculos entre su contenido con su propósito comunicativo y la audiencia a la que es dirigido dentro de un entorno y unas prácticas socioculturales determinadas.

2.- Métodos e instrumentos para la lectura crítica.
Ahora bien, ¿cómo se lee críticamente? Según Cassany, para leer críticamente es necesario ser capaz de:
     Identificar al autor del texto (¿quién es? ¿qué pretende? ¿por qué?).
     Comprender la estructura y tipología el texto (¿de qué tipo de texto se trata? ¿cómo se organiza? ¿cómo usa el género discursivo en el contexto de la disciplina tratada?).
     Reconocer la ideología e intenciones del autor y construir una interpretación personal argumentada (¿cómo entiende el lector el mensaje? ¿cómo encaja en su época y circunstancias socio-políticas? ¿cómo se relaciona con su filosofía de vida?).
Un procedimiento recomendable para la puesta en práctica de la lectura crítica sería el expuesto en la Figura 3:
1.- Plantearse los objetivos de la lectura: para aprender, para elaborar una ponencia, para contrastar una información, para revisar lo escrito, para seguir unas instrucciones, para encontrar una información concreta, para rebatir una argumentación, para responder un cuestionario, etc.
2.- Efectuar una lectura inicial de tipo mecánico: una lectura muy rápida para componer una visión de conjunto del contenido del texto. El lector no se preocupa de la estructura del texto ni se detiene en palabras o expresiones desconocidas pues su objetivo no son los elementos específicos de la narración sino captar la idea general del tema y el contenido.
3.- Desarrollar una segunda lectura rápida más profunda en la que se identifiquen los conceptos y estructuras que no se conocen/entienden para buscarlos después en un diccionario o glosario electrónico especializado.
En este proceso también se puede identificar la idea principal del texto y alguna de las secundarias. Y caracterizar el propósito del texto (es decir, ¿qué busca el autor al escribirlo?... Demostrar X; Recordar; Argumentar Y; Proponer; Afirmar; Enumerar; Analizar; Descubrir; Retratar a un personaje... ).
4.- En una tercera lectura más sosegada, con los vocablos y expresiones desconocidas ya controladas, se trabaja sobre las ideas expuestas en el texto y las inferibles a partir de él.
Tras esta lectura clarificadora se compone un resumen y/o un organizador gráfico de la información (esquema, diagrama conceptual, etc.) en el que se estructura su contenido, se expresan las ideas interpretadas y las principales conclusiones a las que se ha llegado. De este modo se ha confeccionado la ruta de desarrollo del texto. O dicho en otras palabras: el orden de conceptos e ideas al que recurre el autor para lograr sus metas.
Esta ruta de desarrollo (y las finalidades buscadas) pueden haber sido expresados explícitamente (con marcadores como: “en este texto trato de...”, “nuestro propósito es”, “mediante este texto buscamos...”, “quiero...”, “me interesa...”) o bien tener que inferirlas “entre líneas” a partir de la comprensión e interpretación del escrito.
5.- En la última fase del proceso se procede a revisar el resumen y reflexionar críticamente sobre su apariencia y contenido:
     diseccionando sus elementos fundamentales,
     identificando sus palabras clave,
     fusionando ideas complementarias,
     suprimiendo ideas repetidas,
     contextualizando ideas en el momento presente,
     proyectando conclusiones en el futuro, y
     analizando la validez de los mensajes e información comunicada.

Figura 3. Procedimiento de lectura crítica.

Durante este proceso de análisis reflexivo es conveniente formularse y responder preguntas como:
     ¿Cuál es el problema, conflicto o situación abordada en el texto?
     ¿Quién es el autor del texto? ¿De dónde es? ¿Cuál es su biografía?
     ¿A qué conclusión llega el autor sobre ese problema, conflicto o situación?
     ¿En qué circunstancias socioculturales, políticas, económicas se inscribe el texto?
     ¿Qué motivos o razones puede tener el autor para llegar a esas conclusiones o exponer esa línea de pensamiento?
     ¿Recurre el autor a hechos, a opiniones, a juicios subjetivos de valor?
     ¿Son correctos los razonamientos? ¿Los argumentos expuestos son coherentes y consistentes con los hechos y las conclusiones expuestas?

     ¿Existe un hilo conductor evidente en la exposición de hechos?
     ¿Hay pruebas que confirmen la validez de los hechos e ideas expuestas?
     ¿Qué estilos discursivos emplea el autor? ¿Las palabras y expresiones son neutras o involucran emociones?
     ¿Dónde se llegaría si se desarrollan las ideas y propuestas del texto?

2.1.- Organizadores gráficos.
Los organizadores gráficos son representaciones o mapas visuales que:
     por una parte, facilitan al lector la comprensión del texto y su posterior análisis crítico-reflexivo, y
     por otra, ayudan a que cualquiera perciba la información fundamental contenida en el escrito y los vínculos identificados entre sus conceptos e ideas.
Como se muestra en la figura 4, existen diferentes tipos de organizadores gráficos, entre ellos:
A.   Organigramas.
B.   Diagramas sinópticos.
C.   Diagramas de Venn.
D.   Mapas conceptuales.
E.   Líneas cronológicas.
F.    Mapas de ideas.
G.   Diagramas radiales o de telaraña.
H.   Diagramas de flujo o causa-efecto.

Figura 4. Esquema ideas principales y secundarias (ver página: http://bit.ly/1OcIkbh )
                      Figura 4. Organizadores gráficos del texto. Disponible a tamaño completo: http://bit.ly/1OcIkbh

Veamos algunas de las características básicas de cada tipo de organizador:
A.- Organigramas.
Ideales para la representación vertical de relaciones jerárquicas entre elementos e interacciones dentro de un mismo nivel o categoría.
B.- Diagramas sinópticos.
Esquemas que facilitan la presentación visual en horizontal de la estructura lógica global de un texto (una idea o un concepto) a partir de sus elementos, características y relaciones con similares y opuestos.
Su organización implica identificar los términos clave del texto y sus ideas fundamentales en la jerarquía mostrada en la figura 1:
     La idea central o tema se coloca en la parte central de la sección izquierda.
     A continuación, se sitúan las ideas principales en llaves conectándose con flechas a la principal; y mostrándose mediante flechas de diferente color/espesor las relaciones entre ellas.
     Un poco más a la derecha se emplazan las ideas secundarias siguiendo el mismo código visual.
     Seguidamente se sitúan las ideas complementarias.
     Por último se incorporan los detalles en la última parte de la sección derecha.
C.- Diagramas de Venn:
Son gráficos en los que se muestran conjuntos de elementos (normalmente como círculos o elipses) y las relaciones existentes entre los elementos de cada conjunto. Además, cuando dos o más círculos aparecen solapados, eso indica que los elementos de ese subconjunto comparten características comunes a dichos grupos.
Es un tipo de organizador muy útil para la catalogación de tipos de palabras, categorías de elementos, etc.
D.- Mapas conceptuales:
Son gráficos sistémicos con entradas y salidas de información que ayuda a organizar y relacionar conceptos en proposiciones. Sus elementos son: conectores o palabras de enlace, líneas de relación, proposiciones/categorías/conceptos que aparecen dentro de rectángulos o elipses.
Esta información se estructura de la más a la menos importante o de la más genérica a la más particular, de tal manera que al ir enlazando conceptos se pueden ir confeccionando proposiciones.
Permite organizar, procesar, jerarquizar y/o priorizar nueva información, detectar ideas falsas o erróneas e identificar nuevas relaciones entre conceptos y proposiciones.
E.- Líneas cronológicas:
Un tipo de organizador ideal cuando el tiempo es el elemento estructurador del texto. En este caso, se recurre a un segmento horizontal o vertical que representa el periodo temporal de los hechos (acontecimientos, conflictos, pensamientos, hallazgos, etc.) que se refieren en la narración.
La información se sitúa en cajas de texto (vídeo o imagen) en los puntos correspondientes al momento en el que tuvo lugar. De este modo, al analizar el diagrama el revisor podrá hacerse una idea de cuáles son los hitos de ese relato o de cómo transcurrió la historia o acontecimiento descritos.
F.- Mapas de ideas:
Son organizadores en forma de árbol en los que se representan relaciones arbitrarias o temporales entre conceptos/elementos. En este caso no es necesario que haya una jerarquía entre los elementos, solo se trata de la expresión visual de vínculos que el autor ha encontrado entre los componentes.
Para confeccionar un mapa de ideas se debe comenzar anotando una o varias ideas/palabras clave en el tapiz. A continuación se van agregando los elementos e ideas que entendamos relacionados con uno o varios de esos componentes clave. Los elementos se insertan en círculos/elipses y las relaciones se dibujan como líneas, siendo posible usar distintos tipos de líneas para clasificar diferentes categorías de relación. También se pueden incorporar iconos que estimulen la creatividad o sirvan para caracterizar un tipo concreto de elementos.
El objetivo consiste en lograr un patrón de razonamiento y pensamiento que fluya por el tapiz circulando por los vínculos y elementos en él dibujados. De este modo, se rompe la linealidad propia de los organigramas o mapas sinópticos que son más restrictivos y jerárquicos. 
En el mapa de ideas el orden no es importante, todos los pensamientos tienen la misma importancia y en principio, nada es absurdo. El proceso posterior de reflexión a partir del mapa será el que se encargue del cribado.

G.- Diagramas radiales o de telaraña:
Son muy útiles para afrontar la planificación de un artículo o narración gracias a que tienen una estructura muy clara y un diseño ordenado.
En la parte central se sitúa la idea principal y a continuación se incorporan elementos que la condicionan, complementan o contextualizan. Alrededor de cada uno de estos elementos se sitúan nuevos conceptos/ideas que se relacionan directamente con ellos (ampliando, reforzando, contrastando, explicando, etc.).
De este modo, se va ramificando y extendiendo el diagrama a partir de la reflexión sobre el elemento central del conjunto.
Para facilitar la identificación de líneas argumentativas o de pensamiento, se puede usar un color diferente para cada rama y sobre las líneas se puede escribir el nombre de la relación o alguna otra característica del vínculo.
F.- Diagramas de flujo o causa-efecto:
Son  la representación gráfica de un proceso en el que, salvo el inicial, todo elemento es antecedente de su posterior. En otras palabras: simboliza relaciones causa-efecto sucesivas entre los elementos mostrados. Como se muestra en el ejemplo de la figura 4, es posible concatenar la información de un texto si ésta aparece vinculada mediante una relación causal.
Las flechas indican el sentido causa → efecto.  También son útiles como apoyo de procesos deductivos, partiendo de los últimos efectos llegamos a la causa original. Por cierto, en un mismo nivel puede haber varios elementos que sean efecto de una misma causa.






[1] Esta alfabetización involucra el desarrollo de todas las capacidades básicas de comunicación que permitan que el ser humano se integre en el mundo del trabajo y en su cultura como medios de realización personal y espiritual, de progreso social y desarrollo económico.
[2]El pensamiento de orden superior que exige un esfuerzo mental especial: la resolución de perspectivas en conflicto, la tolerancia a la incertidumbre y a la ambigüedad; la capacidad de autocrítica, la independencia de juicio, una rigurosa consideración de las ideas en la medida que éstas puedan desafiar creencias o doctrinas establecidas” (Newman).

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